No me acuerdo de cuantas barbacoas hemos hecho en Otura los de Catequesis y gente que no era de Catequesis pero eran y son colegas.
Nos íbamos allí todos, Eu, Gerar, Yamil, Mª Rosa, Laura, Marga, Enrique, Carlos Bikolor, Juan Velas, Nacho, Vanesa, Javi Cerezuela, Tomás, Manolo Muro y Manolo Mirón, y seguro que me dejo a gente, pero allí estábamos todos.
Nuestras chuletas, nuestros refrescos y cervezas, patatillas, qué bien vivíamos.
Después de comer, con toda las chuletas, pinchitos, salchichas, chorizos, morcillas....desintegrándose con nuestros jugos gastrointestinales, nos íbamos a jugar al fútbol. Sí señores, los tíos a jugar al futbol, y las tías de animadoras.
Nos llevábamos unas cuantas botellas de agua y unas litronas, para no deshidratárnos.
Una de las veces que estábamos en el campo de fútbol de Molino Alto, la urbanización de al lado de la mía, Las Viñas (otro día cuento lo de la rivalidad entre las dos urbanizaciones, una de 20 parcelas, la mía, y otra de 200 chalets, adivinad quienes eran), llegaron unos niños de 12 o 13 años y nos dijeron que si jugábamos contra ellos.
Nosostros teníamos 16 o 17 años y lo que hicimos, creo recordar, es que, como eramos menos, se vinieran a jugar con nosotros alguno de los niños pequeños, ja.
Nos fundieron vivos, no hubo piedad, nosotros corríamos y sudábamos, ellos volaban. Nosotros marcábamos un gol, ellos 3. Nosotros hacíamos cambios, ellos seguían jugando sin bajar la mirada por el cansancio.
La paliza fue brutal, hicimos un poco/mucho el ridículo, ¿se rieron de nosotros?.
Desde entonces, las siguientes veces tuvimos cuidado de jugar otra vez con ellos, menudos niños channing.
