
Un día me contaron que, en una oficina cualquiera, de un sitio cualquiera, llegó una familia, un sábado por la mañana al poco de abrir, el padre, la madre, la hija y el abuelo.
En la oficina estaban trabajando y, como era verano, tenían el aire acondicionado puesto y hacía fresquito. En esto que llega la familia a la oficina y dicen: "Papá, quedate aquí sentado que no vamos a tardar".
Después de una hora, los trabajadores se acercaron al abuelo y le preguntaron si tenía sed y si iba a tardar mucho su familia, él respondió que sí, que tenía un poco de sed y que no sabía dónde habían ido ni cuanto iban a tardar.
Tras otra hora, los trabajadores se acercaron al hombre y le ofrecieron unos caramelillos, para que tuviese algo con lo que pasar el rato.
Por fín, cinco minutos antes de cerrar la oficina y tras preguntarle al buen señor si su familia tenía algún número de teléfono de móvil para localizarlos, apareció la familia cargada de bolsas de ropa y demás historias y sin dar las gracias siquiera a los oficinistas, cogieron al abuelo que había estado toda la mañana fresquito y sin darles por saco en sus compras, y se lo llevaron.
Y es que, en este mundo hay gente con la cara muy dura.