Mi hermano Fali es la caña, es el mejor. Bueno, quizá me estoy pasando un poco, tan poco es pa´tanto..., dejemoslo en que es buena gente.
Digo esto porque cuando eramos chicos, no nos llevábamos mal, pero algunas veces surgían rencillas entre nosotros, y he de reconocer que algunas veces eran justificadas.
Evidentemente no voy a contar en las que yo tenía la culpa, voy a contar aquel día que estábamos en el cesped de al lado de la piscina en Otura y nos pusimos a jugar a tirar unos dardos al suelo. No estoy seguro de quien los llevó (Edu y Alfonso seguramente), pero ahí nos pasamos la tarde unos cuantos niños clavando y desclavando los dardos del suelo, hasta que, a mi hermano Fali se le ocurrió la feliz (para mí triste) idea de tirar el dardo hacia arriba para ver si se clavaba.
Tiró el dardo y los niños que estábamos allí miramos hacia arriba dejando que la luz cegadora del sol nos deslumbrara y no viéramos realmente hacia donde iba el dardo.
El primero que se dio cuenta de donde estaba el dardo fui yo, ¿cómo? os preguntareis. Pues porque lo tenía clavado en la frente. Los gritos que emití por mi garganta llegaron al cielo pero no llegaron a los oídos de mis padres. Mi hermano me tumbó boca arriba intentando tranquilizarme, y me quitó el dardo. Yo estaba muy cabreado porque pensé que lo había hecho a caso hecho (si es así, no me lo digas). Mi hermano me dijo que había sido un accidente, me puse una tirita y, al poco tiempo se me pasó el cabreo.
Lo mismo estoy tan zumbao porque la punta del dardo me perforó algo más que el hueso del cráneo, algún día tendré que hacerme un escaner o lo que sea.
Desde entonces sólo juego a los dardos en los pubs con los amigos, y no lo hago mucho porque soy muy malo y puedo clavarle a alguien un dardo en la chola, aunque tengan la punta de plástico, soy muy bruto.
PD: el niño de la imagen no soy yo, pero podría haberlo sido de existir en aquella época cámaras digitales.
miércoles, 24 de febrero de 2010
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