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miércoles, 8 de diciembre de 2010

LOS COHETES NO ESTÁN SÓLO EN EL ESPACIO

Me acuerdo de un cumpleaños, tendría yo unos 12 o 13 años y mi abuela compró en Granada, en una tienda que había en la Plaza Bib-rambla una bolsa llena de petardos, tracas y cohetes como casi todos los años.
Después de echarnos una merendola con los vecinos, antes de que anocheciera cogimos bengalas y cohetes y nos pusimos a prenderles la mecha. No sé si lo he comentado pero a mi abuela le daban miedo muy pocas cosas, los truenos y relámpagos, pero todo lo demás como hacer un empalme con dos cables eléctricos o los cohetes no le despeinaban el pelo.
Lo más impactante de la bolsa fue un cohete que era como las aspas de un molino que se clavaba en un árbol, se pendría fuego en una esquina y giraba como un molino. Super chulo. Todos los niños estábamos espectantes, lo que no nos fijamos era que el césped debajo del árbol estaba un poco seco y, sí, paso lo inevitable en mi familia, el molino de pólvora giró más rápido de lo normal, y sacó el tornillo del árbol y cayó en el seco césped.

El molino se apagó, pero el césped empezó a arder delante de todos los que estábamos allí. Todos gritaron asustados pero nadie hizo nada, sólo yo tuve la sangre fría de acercarme a la manguera de agua más cercana y echar agua encima del césped y apagarlo. A mis padres no les hizo mucha gracia el suceso y desde entonces no hubo más cohetes en nuestros cumpleaños, pero yo seguí fiel a las enseñanzas de mi abuela y empecé a coger desodorantes en spray y prender fuego a la llama o, mejor aún coger quita esmalte líquido, derramarlo por el suelo y encerde una cerilla. Que recuerdos más pirómanos.