Mi abuela me contó una vez que, cuando vivía en el Albayzín y su 2º hijo, mi tío Tolín, era chico jugaba en la calle con los vecinos.
El barrio del Albayzín es como un pequeño pueblo dentro de Granada, en aquella época (no sé ahora) todo el mundo se conocía y se enteraba de todo.
Mi abuela cosía, y una de sus clientas llegó un día con el cuerpo lleno de moratones, mi abuela se quedó sorprendida e hizo el amago de preguntar si es que su marido le pegaba. La mujer, avergonzada, respondió que no tenía dinero para pagar el butano, y que el butanero era un hombre muy "cariñoso" y le iba la marcha.
Pues bueno, que mi tío Tolín, estaba una tarde jugando con un vecino y se ve que cogió una pelota y el vecino se puso a llorar. Mi abuela salió y le metió una colleja a mi tío y le dijo que dejara jugar al otro niño también.
El vecino, que era un desgraciado, al poco rato se puso a llorar, y mi abuela volvió a salir. Le preguntó que qué pasaba y el niño dijo: Es que su hijo me ha mirao.
Mi abuela se encendió y casi le mete una ostia al niño por subnormal. Cogió a mi tío y lo metió dentro de la casa y al vecino le dijo que tirase a su casa que si no lo iba a inflar a palos.
Que malos son algunos niños.
jueves, 11 de junio de 2009
EL MUNDO DE LA ENSEÑANZA
Con todo el respeto a mi señora y sus compañeros profesores, voy a contar una historia sobre un profesor que me dio clase en el Doro en COU.
Siempre tenía la cara colorada, y sospechábamos que no era del sol, si no de los carajillos que se tomaba en el recreo, no era mala gente ni mal profesor, pero se le iba un poco la olla.
Cuando fue padre por primera vez a los pocos días volvió a darnos clase (no había el permiso de paternidad que hay ahora), y vino especialmente colorao.
Estaba superemocionado, nos puso ha hacer exámenes para la selectividad, y mientras daba vueltas por la clase nos iba contando que le habían dejado entrar en el parto, que su hija era una cosa muy chiquitita y muy bonita, y oye, yo entiendo que te hayas emocionado, pero que te pongas a llorar delante de veintitantos alumnos es un espectáculo.
Mis compañeros y yo nos quedamos un poco pillados, pero recuerdo que fuimos comprensivos con el hombre.
Siempre tenía la cara colorada, y sospechábamos que no era del sol, si no de los carajillos que se tomaba en el recreo, no era mala gente ni mal profesor, pero se le iba un poco la olla.
Cuando fue padre por primera vez a los pocos días volvió a darnos clase (no había el permiso de paternidad que hay ahora), y vino especialmente colorao.
Estaba superemocionado, nos puso ha hacer exámenes para la selectividad, y mientras daba vueltas por la clase nos iba contando que le habían dejado entrar en el parto, que su hija era una cosa muy chiquitita y muy bonita, y oye, yo entiendo que te hayas emocionado, pero que te pongas a llorar delante de veintitantos alumnos es un espectáculo.
Mis compañeros y yo nos quedamos un poco pillados, pero recuerdo que fuimos comprensivos con el hombre.
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