Vengo del trabajo a casa y, no sé por qué, me ha venido el recuerdo de cuando era chico (9 o 10 años) y un verano, antes de irme a Otura a pasar las vacaciones vino mi abuela a mi casa.
Le dijo a mi madre que el nieto de D. Carlos Pfeiffer, el arquitecto a cuya casa iba mi abuela a coser, iba a estar al día siguiente sólo en la casa y que yo me podía ir con ella y jugar con el niño todo el día. A mí no me pareció mal la idea.
Carlitos (creo recordar que ese era su nombre) era un poco más pequeño que yo, y se notaba que era un chaval con pasta. Fuimos a su cuarto...de juegos, y empezó a sacarme más Masters del Universo de los que había en el mercado, luego fuimos por el pasillo de la casa y abrió un armario, el armario de los juguetes, empezó a sacar coches, pelotas, nos pusimos a jugar allí mismo, en el pasillo.
A la hora de comer, comimos con la abuela del chaval, mi abuela, y otra mujer que trabajaba en la casa (tenían 3 personas trabajando sólo en la casa para ellos). Mi abuela iba todos los días y se dedicaba a arreglarles los pantalones, a hacer cortinas, etc. etc.
Después de comer seguimos jugando y creo que, de merienda, nos dieron un helado. Uooooh, un helado, seguro que el chaval se los metía todos los días doblados, pero yo los comía los fines de semana en verano y ya está.
Por eso el título de la entrada, a Heidi, su tía la lleva a Frankfurt para que sea la amiga de compañía de Clara, CONTRA igual que yo. Por eso, yo fuí Heidi, por un día.
lunes, 20 de abril de 2009
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