
Me contó un día Lolo, el primo de Mª Rosa, que un día en el chino de Armilla, estaba con unos colegas cenando. Se pusieron como el quicos, iban a reventar con su menú.
Cuando llego la hora de la cuenta, la camarera les trajo una botella de chupitako chino. Le faltaba un deo, y se pusieron a echarse vasos. Cuando quedaba un deo en la botella a Lolo, se le ocurrió mirar la fecha de caducidad, y sorpresa: llevaba 5 meses caducada. Les había sentado de puta madre, y cuando la china camarera se acercó a recoger la botella, se quedó flipá de que estuvieran vivos después de beberse la botella.
Poco después Lolo quedó otra vez con sus colegas a tomarse unos refrescos en Graná, y como tardaban en traer las tapas y estaban aburridos, se le ocurrió abrir los saleros y aceiteros de la mesa de al lado.
Se tiraron un buen rato esperando hasta que llegaron 2 abuelillas. Tenían una mesa a la entrada del bar, pero las viejecillas tiraron para la del fondo al lado de Lolo y sus amigos. Se pidieron unas tostadas y les cayo el aceite en todo el plato. El camarero, que las conocía, les cambió la tostada o lo que tuvieran y se dispusieron a echarse la sal y, efectivamente, les cayó toda la sal en la tostadaca. Estos se fueron para fuera porque se estaban despollando y no querían que los pillaran, y las pobres señoras no se sabe si les cambiaron por tercera vez el plato.