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viernes, 22 de enero de 2010

BICILETAS MORTALES AGAIN



Cuando cumplí 9 años (o a lo mejor fueron 8), para mi cumpleaños mi abuelo y mis padres me regalaron una super bici GAC color granate con ruedecillas.
Después de comer y tomarnos la tarta, mi abuelo y mi padre me sacaron de la casa y me llevaron al huerto. Bajamos hacia la piscina y, de la bodega sacaron aquella maravillosa bicicleta.
Mi cumpleaños es el nueve de septiembre y hasta finales de mes no empezaban las clases, así que tenía tiempo de aprender a montar en bici. Al principio las ruedecillas de detrás me daban seguridad, pero poco a poco se fueron convirtiendo en un estorbo.

Una tarde, auspiciado por mi madre y mi hermano Fali, le quité las ruedecillas y me dispuse a aprender a montar en bici. Parece que cuando sabes hacer una cosa la sabes de toda la vida, pero nadie nace sabiendo y las cosas se aprenden, en mi caso fue a golpes.
Me puse a dar vueltas por los jardines de mi parcela y cada curva que daba me caia en los cuadros de los rosales (pero sin pincharme). A la media hora ya estaba empezando a desesperarme, pero de repente empecé a pedalear manteniendo un equilibrio increíble. Después de dar unas vueltas mi madre me dijo que me fuera con mi hermano a la parcela del francés, una parcela enfrente de la mía que estaba sin urbanizar donde jugábamos al fútbol, béisbol y con las bicis.
Nos fuimos los dos y allí estuve tan contento.

Días después, continuando mi aprendizaje, me puse una mañana a dar vueltas a los jardines. Mi abuelo Rafael estaba sentado en el porche y yo estaba todo el rato diciendo: "Mira abuelo, mira abuelo", mientras lo miraba a él en vez de mirar por donde iba. Así que pasó lo que me suele pasar en estos casos, me dejé la uña del dedo meñique contra la pared de la cerca. El dedo empezó a sangrar y el salto que dí de la bici fue de, por lo menos, 20 cm, jeje.
Salí disparado hacia mi abuelo y este me tranquilizó como pudo (seguramente me dio un vaso de coca-cola) me vendó y se me pasó el susto.

Ahí aprendí a mirar por donde iba (que no suelo cumplir) y a que una uña tarde casi un mes en volver a crecer.

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